El río corre con el cauce,

y con el cauce, los años

y las vidas en el olvido.

Esta mañana me levanto sintiéndome otra.

No mi voz, ni mi intención, ni el cuerpo sobre esas piedras.

Creo más bien que mi cuerpo le pertenece ahora a la tierra,

frías capas de arena bajo la superficie.

Tal vez me encuentre cerca de un árbol o en un cuarto oscuro.

No sé si hoy en el muelle habitará el mismo bochorno

o si ya hoy ha llegado la brisa que tanto me gusta.

La verdad, para ser sincera,

no sé en dónde estoy esta mañana.

Nadie lo nota.

Sin embargo, si les digo

esta mañana me huele y me sabe diferente.

Tal vez a coco o perfume, música de

marimba. Me parece, ya no me importa el dolor de haberme ocultado desde niña.

Camino como quien encuentra una pieza faltante en el juego de los misterios.

Ya he decidido olvidar a los asesinos, porque ni siquiera recuerdan qué hicieron.

Ya hasta mis padres me han perdido el rastro y a los que les brindé

alegría, van a negarme. Lo sé.

Pero aquí les digo: he decidido no olvidarme de mis luchas, de mis niñas,

la brisa rica y lo linda que me sentía frente al espejo.

Fuimos diez, once conmigo. Once bellezas, todas entaconadas,

listas pa’ la fiesta.

Una arriesga la vida, sí… una arriesga la vida.

Y el recuerdo es sangre y gritos.

Pero esta mañana, luego de tanto tiempo caminando por el río, oliendo la playa en

Tumaco, reafirmo mi nombre.

¡Andrea!

Digo que he decidido sentirme diferente,

pese al olvido, doy vuelta al cauce del río.

Cambio mis lágrimas por corrientes de vida, mis gritos por alegría y

entrego mi cuerpo a las nuevas generaciones, para que

recuerden a su compañera de luchas.

Lo más preciado que tengo, les comparto mi alma.

22 años después sigo viva y yo sé que seré luz.

Tengo 30 años, tal vez entre rumores me perdí.

No quiero quedarme en el mismo río turbulento

confusiones y dolores, quiero nuevas

aguas, Por eso sé que ahora por fin me quiero sentir diferente, en esta mañana, sí, ¡esta

mañana!